Breve historia sobre el lunfardo y los billetes en Argentina

Compartir:

01-12-2017 | INTERES GENERAL | OTRA CARA
Breve historia sobre el lunfardo y los billetes en Argentina

El nuevo billete de mil fue presentado en sociedad, por lo que se produjo el regreso de la "luca" para nombrar a esa cantidad de dinero.

Vuelve la luca. Aunque de uso generalizado para designar la suma de mil pesos en billetes de cualquier valor, luca solía llamarse específicamente al billete de mil. Según la época y la emisión, se lo conoció como fragata (porque traía una imagen de la Fragata Sarmiento) o sábana (por su tamaño), además de lucarda o lucrecia, en la versión festiva y la variante paronomástica, respectivamente, del vocablo proveniente del caló. Ayer entró en circulación el nuevo billete de mil pesos con la imagen de un hornero estampada en el frente. Y si hace un siglo un canario era un billete de cien pesos (por analogía con el color del plumaje del pájaro, según la etimología que da el especialista Oscar Conde), no parece improbable que la numismática callejera acuñe ahora el sinónimo "hornero" para el billete de mil. Porque en habla popular, nunca todo está dicho.

Del lunfardo tanguero a la lírica tumbera, el cancionero nacional cristaliza un repertorio de palabras y expresiones de uso familiar o alternativo, registradas o no por la Real Academia, que el dinero produjo y sigue inspirando. Julio Sosa cantaba: "Con guita, cualquiera es vivo, son anzuelos los canarios" (Norberto Aroldi), y el Indio Solari no está muy lejos al decir que "la guita es miel" (Sheriff ).

"Es curioso que existan tantos nombres femeninos para el dinero: guita, mosca, mosqueta, teca, chala, menega, meneguina, biyuya, tarasca, ventolina, tela, torta…", enumera de memoria Otilia Da Veiga, presidenta de la Academia Porteña del Lunfardo. Y agrega: "Si vas por mi barrio, Parque Patricios, y más al sur, también la llaman la viva". Aunque existen filo, vento, torvelo, y más, el femenino predomina en el uso, hasta el punto de emplearse con frecuencia la forma elíptica la, siempre que el contexto lo permita, sin sustantivo alguno, como en la letra del hit El dinero no es todo de Los Auténticos Decadentes: "No aprendés más: la que ganás, la patinás".

De todas las variantes, la metafórica mosca (con la expresión derivada mosca loca) se distingue por la creatividad. "Alude a la velocidad de circulación y a la fugaz permanencia en una mano para pasar a otra", precisa el lunfardista y poeta Luis Alposta (Mosaicos porteños, Buenos Aires, Planeta, 2017), y aclara que "este es un término que ya utilizaba Quevedo".

Los pesos, en sentido genérico o según su valor específico, dan lugar a una variedad de voces, pero parece haber una sostenida predilección por mango, incorporada por la RAE como expresión "coloquial en Argentina y Uruguay". Su empleo no distingue estilos musicales: del tango discepoliano ("Cuando rajés los tamangos buscando ese mango que te haga morfar…"), a la ranchera ¿Dónde hay un mango? (éxito de Canaro y Pelay en 1933), a Las Pastillas del Abuelo ("Habráse visto hermano, tantas cartas en la mano y sin un mango…") o a Rubén Rada ("Mamma mía, vieja… No tengo un mango…"). También es evidente que el sinónimo cobre atrae al letrista por la rima facilitada con "pobre": "Si mi vieja era tan pobre/le faltaba siempre un cobre/para comprarnos el pan…" (El bazar de los juguetes, Reynaldo Yiso); "Yo nací pobre, / en mi casa no había ni medio cobre" (El guacho de los blockez, Esteban "El As"); "Acostado, sin un cobre, estás cansado de esta vida pobre" (Cancheros, Los Piojos).

Como observa Enrique Ricardo del Valle, las "denominaciones son múltiples y se han utilizado, para su elección o formación, todos los mecanismos auxiliares del lenguaje a que han recurrido el lunfardo y otras lenguas" (Lunfardología, Buenos Aires, Freeland, 1966). El caso de cobre, que alude al material de la moneda, no es el único que se origina por metonimia; cuando alguien pedía en la esquina "un sol para la birra", algunos años atrás, se refería a la moneda de un peso que lleva la imagen del sol, y que todavía sigue en curso, aunque hoy habría que reunir cuarenta para pagar una cerveza. Por analogía cromática, a lo largo de la historia aparecieron los repollos (para nombrar los verdosos billetes de cincuenta pesos), los lacroze (para los billetes de diez pesos, del mismo color de los tranvías de la línea Lacroze) y las lechugas (para los dólares o verdes). La inversión, transposición silábica y anagramas varios, dan lugar a otros vocablos: sope, gomán, gomanes, teyebis, votacen, toven, cocinero (para el antiguo billete de cinco, por juego con el vesre cocin). Por supresión aparecen nal (aféresis para el antiguo peso moneda nacional) y el apócope vigente pe, que repite el estribillo de Los Turros: "Faltan cinco pe, pa' comprar ese vi". También hay incorporaciones de voces extranjeras: de hecho, luca es peseta en caló; gamba proviene del italiano jergal que designa cien liras; y nuestro palo podría tener alguna relación con el bâton francés (bastón, que en argot se utilizaba para el millón de antiguos francos).

Las formas se multiplican por derivación, como luquear -de luca-, que alude a la acción de obtener dinero por pedido insistente, coacción u otros medios, y que Nicolás Mavrakis ejemplificó en un glosario para la revista Paco: "El pibe de la moto va a luquear la semana que viene y celebramos chiflando un faisán" (faisán, por cigarrillo de marihuana). También hay casos de transformación y extensión de sentido: astilla, que en la antigua jerga delincuencial refiere a "parte de un botín", se convirtió en sinónimo popular de "un poco", "pequeña cantidad de dinero", "dinero", con registros en la cumbia villera y el stand up villero. La banda Supermerk2 canta: "Vagando por mi barrio voy careteando una astillita para el alcohol, una moneda para el alcohol".

La jerga punguista aportó un colorido catálogo de alternativas para "billetera": chaucha, pelpera, cuero, cuadrada, casimba, grasienta, lechera, música, viuda, gruyera…

Muchos de estos sinónimos informales pasaron al olvido y otros no habrán dejado siquiera un rastro. No tuvieron la fortuna de inscribirse en "la larga enumeración de la literatura", como sí ocurre con aquellos que plasmó Felipe Fernández (Yacaré) en el poema ¡Qué merza!:

A la guita la llamo sport o ventolina, menega, mosca, duros, shosha, morlacos, ventonales o bataraces, gomanes o "elemento",
mangangás o guitarra, es decir meneguina.

IB

Fuente: SM

Salir de la versión móvil