Condenaron a un falso delivery que robaba celulares
28-04-2017 | JUDICIALES | ROSARIO
Condenaron a un falso delivery que robaba celulares
Tiene 31 años y acordó una pena de cinco años de prisión efectiva por cuatro atracos y otros deliltos conexos. Lo atraparon en su casa por escuchas.
En hombre de 31 años que simulaba trabajar como delivery a bordo de una moto de baja cilindrada equipada con una caja térmica y cometió varios hechos de robo a mano armada, siempre de noche y contra mujeres que caminaban por el macrocentro de Rosario, fue condenado a pasar cinco años en prisión luego de que la Fiscalía y la defensa pública acordaran esa pena en un juicio abreviado. Según la investigación, el hombre arrinconaba a las víctimas bajo amenazas de muerte con un arma de fuego y bajo esa modalidad, que replicó varias veces, sustrajo decenas de teléfonos celulares que luego vendía a un reducidor de la zona sur que también fue condenado por encubrimiento.
El hombre tenía bien aceitado sus movimientos. Se trasladaba de noche en una moto de baja cilindrada con una caja plástica en la parte posterior del asiento trasero, tal cual la utilizan los cadetes de comercios que cuentan con servicio de reparto a domicilio. Con ese aspecto se movía sin levantar sospechas ante las miradas ajenas pero nunca se detenía ante un domicilio y mucho menos tocaba timbres para entregar pedidos.
En realidad, Lucas Gonzalo Berti era un ladrón nato que recorría las calles del macrocentro de Rosario con soltura e iba seleccionando víctimas que caminaban tranquilamente y tenían un perfil similar. Luego de una pesquisa que inició el año pasado el fiscal de la Unidad de Investigación y Juicio Fernando Rodrigo, al falso cadete se le cayó el velo y cometió un error.
Llamados inoportunos
Ya sospechado y con algunas evidencias en su contra, Berti empezó a utilizar uno de los teléfonos denunciados como robados a una mujer y cuya línea había sido intervenida en el marco de la pesquisa.
Confiado, el falso delivery se desbocó, habló demás e intercambió mensajes de texto con el comerciante al que le vendía los teléfonos robados. Por entonces, los investigadores ya tenía noción de su rutina y por donde deambulaba.
En una de esas charlas, el reducidor de los teléfonos le comentó que se había enterado que Berti hacía sido detenido por el Comando Radioeléctrico. En esa conversación, el ahora condenado utilizó eufemismos como "salir a trabajar" o "salir a buscar celulares".
También menciona que "agarró a una persona", pero que "otra se escapó", al referirse a sus víctimas. Reconoce que había conseguido un celular con "mucho crédito", que se puso a "boludear", a "cagarse de risa" con los videos que tenía, y que al día siguiente lo iba a "soltar" por 30 pesos para cargarle nafta a la moto.
En las múltiples desgrabaciones de las escuchas telefónicas que se utilizaron como argumento de la acusación, Berti se regodea de su pericia como conductor. Al charlar con una amiga le cuenta que había sido perseguido por un patrullero, pero que pudo escabullirse y sacarle "tres cuadras" de distancia, y que en medio de la persecución "tiró un gancho", para describir una maniobra evasiva.
El raid
De acuerdo a la investigación, el 10 de julio de 2015 a las 21, en 9 de Julio entre Sarmiento y San Martín, Berti encaró a una mujer que caminaba por la vereda, sacó un arma, le apuntó y bajo amenaza de muerte le sustrajo dinero, tarjetas de crédito y el teléfono celular.
Una semana después, el 18 de julio a las 20.30, el falso cadete volvió a atacar. Esa vez fue a tres amigas que caminaban por Tucumán al 1800. También les mostró el arma de fuego, amenazó con matarlas y les arrancó los teléfonos celulares, entre otros objetos personales. A una de las víctimas, incluso, la tomó de la ropa y le dijo "dale porque te tiro" y a otra le apuntó en el pecho antes de huir en la moto.
El raíd delictivo de Berti, al menos el que se pudo probar, prosiguió el 26 de agosto de 2015. De nuevo de noche, cerca de las 20.30 en calle Urquiza entre Dorrego y Moreno, enfrentó armado con un revólver plateado a una pareja que caminaba por allí. Las víctimas quedaron inmóviles contra la pared mientras el ladrón las saqueaba.
El 6 de septiembre de ese año, a las 22 y con el mismo modus operandi, volvió a las andanzas en Rioja y Rodríguez. Siempre camuflado como trabajador de delivery sorprendió a una joven mujer a la que apuntó con el arma y la tiró a la vereda para arrebatarle la cartera con varios objetos personales, entre ellos el teléfono.
Sin descanso, el 28 de noviembre de 2015, a las 21.25, fue soprendido circulando por primera vez lejos del macrocentro. En Juan José Paso y Avellaneda conducía una moto Yamaha YBR125 cuyo legítimo dueño había denunciado que se la habían robado a punta de pistola en Dorrego 1300.
Sin resto
El 22 de diciembre de 2015 el escurridizo Berti cayó detenido en su casa tras una persecución policial que ya no pudo sortear. En su poder se le secuestró un revólver calibre 38 largo con la numeración limada y punteada. Y también una moto marca Appia 110 que había sido sustraída durante un robo calificado el 17 de febrero de 2015.
El imputado también fue acusado de intento de cohecho, porque varias veces se presentó en la comisaría 14ª donde intentó coimear a los empleados policiales para que le entregaran la moto que le habían secuestrado en el procedimiento.
Con evidencias que lo dejaron acorralado, entre las que se cuentan actas de procedimiento y de actuación, escuchas telefónicas, pericias a los teléfonos robados, relatos de víctimas y testigos e identificación positiva en ronda de reconocimiento de personas, Berti fue acusado por el fiscal Rodrigo.
El funcionario conectó los numerosos datos acumulados, los cuales pusieron en evidencia al ladrón. Por ejemplo los teléfonos secuestrados, las motos involucradas en otros hechos, además del secuestro del arma que las víctimas describieron como la utilizada para amenzarlos.
La condena
En esa incómoda situación quedó Berti, condenado tras un acuerdo entre la Fiscalía y la defensa que, en forma conjunta, expusieron el procedimiento de juicio abreviado a través del cual el imputado reconoce su culpabilidad, la calificación legal, la pena y su modalidad de cumplimiento.
La Fiscalía redondenó entonces la calificación de los hechos en torno a una acusación que incluyó cuatro robos calificados por el uso de arma de fuego; adulteración de guarismos (de las motos secuestradas en su poder); encubrimiento agravado; tenencia ilegal de arma de fuego de guerra; desobediencia y resistencia a la autoridad y tentativa de cohecho. Y solicitó una pena de cinco años de prisión
Sin reparo de las partes, con la conformidad de la acusado y su defensora pública, Susana Brindisi, la jueza Marcela Canavesio admitió el acuerdo y condenó al falso cadete a pasar 5 años en prisión de cumplimiento efectivo, e inhabilitado el deble de ese tiempo para tener y portar armas de fuego.
El reducidor, el otro condenado
Cuando se hizo la pericia sobre el teléfono del falso cadete condenado, entre sus contactos figuraba uno agendado como “kueva”. Con el transcurso de la investigación se pudo establecer que se trataba de un comercio ubicado en bulevar Seguí al 3900, donde Lucas Berti vendía los teléfonos robados. El dueño de ese negocio, identificado como Jorge Céspedes, alias “Coco” o “Gordo”, fue condenado en la misma causa a 3 años de prisión en suspenso por el delito de encubrimiento.
Fuente: Sin Mordaza – La Capital