El río dejó de crecer y ahora el drama es el barro
07-02-2018 | NACIONALES | INUNDACIONES EN SALTA
El río dejó de crecer y ahora el drama es el barro
Cesó el alerta por el Pilcomayo pero los evacuados todavía no pueden volver a sus casas destruidas
Santa Victoria Este, una de las localidades más castigadas
Se sabe, lo peor de la inundación es lo que viene después de que el agua baja. Y en algunos sectores del chaco salteño el río ya empezó a descender, pero ningún evacuado vuelve a su casa: el barro ahora es el drama que impide el regreso al hogar. El piso se transformó en lodo y la odisea ya lleva más de cinco días donde la espera se hace interminable.
En la frontera con Bolivia se ve desde el aire unos manchones de agua que parecen pequeños charcos. Son en realidad enormes lagunas donde debería haber tierra. Es parte del Pilcomayo que desbordó por todos lados, anegó pueblos y arrancó rutas.
Ayer al mediodía cesó el alerta que implicaba la crecida del Pilcomayo al que la BBC de Londres en un documental que realizó en enero de este año lo llamó el “río suicida”, porque provoca al mismo tiempo sequías e inundaciones en los diferentes márgenes producto del sedimento que arrastra y que bloquea su propio cauce. De los históricos 7,25 metros que llegó a estar el lunes pasado, pasó a 6,27, veinticuatro horas más tarde.
Son buenas noticias, claro, pero la catástrofe continúa y todavía ninguno de los evacuados pudo regresar a sus hogares. Lo intentaron los hermanos Américo y Camilo Torres, que viven en el paraje Puesto Nuevo, cerca de Santa Victoria Este, pero se llevaron una decepción que los derrumbó: “Esto es un desastre peor de lo que imaginamos. Nos habían dicho que el agua bajó, vinimos con ganas de ver si podíamos volver, pero mirá lo que es esto”, dice cuando señala sus pies tapados completamente por el lodo en la puerta de su vivienda.
En ese lugar viven unas 50 personas distribuidas en diez familias, son todos de la comunidad Wichi y desde el sábado que se tuvieron que mudar al costado de la ruta en un campamento que el Ejército armó para alojarlos mientras aguardan el regreso. Lo que piden ellos es tierra seca para poder esparcirla por sus casas y también plásticos que puedan utilizar como paredes hasta rearmar lo que tenían: “Acá están nuestros animalitos y aunque todo quedó destruido ya queremos volver, pero así no podemos”.
Camilo se sienta junto a su hijo en la cama, que es lo único que les quedó después del temporal. Ni siquiera el colchón pudo rescatar: “Cuando el agua me llegó a la cintura entendí que ya nada iba a poder cambiar la situación y nos fuimos. Ahora lo que pedimos también son medicamentos para los niños de la comunidad que por las noches tienen fiebre o dolores de panza”, cuenta el hombre.
Pasa lo mismo en La Puntana y también en Hito 1, ubicado a sólo 300 metros del límite con Bolivia. Sus habitantes, enojados, ayer cortaron la ruta 54 para pedir que les entreguen agua y que un enfermero se acerque para asistir a los ancianos que sufren de diferentes enfermedades. Todo el tiempo hay que lidiar con situaciones similares. Este diario fue testigo del rescate en helicóptero de una señora de 76 años oriunda de Bellavista que se había quedado en su casa, sola, porque no se quería ir: “Hay muchos casos parecidos, pero estamos trabajando día y noche para ayudar a todos los que lo necesitan”, contaba Victor Larrea, gendarme, jefe del escuadrón 54 de Aguaray.
Fuente: SM-CLARÍN