Después de unos cuantos años en los que separó las aguas y ofreció alimento copioso a sus detractores, tal parece que Pep Guardiola refunda su prestigio de la mano de un Manchester City que, sin declinar las viejas virtudes de los equipos del catalán, corrige debilidades, se expresa con plena madurez y se perfila para redondear una temporada gloriosa.
Guardiola, bien que lo sabemos, podría retirarse mañana y nada le faltaría para quedar en el bronce como una genuina iconografía del revolucionario venturoso: de los que dejan huellas indelebles.
¿Sabían que Pep es el director técnico que mayor cantidad de libros ha inspirado?
Hasta donde sabemos, un mínimo de diez… y va de suyo que habrá más.
Algunos futboleros, sobremanera los que lo miran de reojo, admiten sus destrezas, pero a regañadientes y aseveran que en todo caso su mejores momentos se conjugan en pasado.
De forma más específica, en el Barcelona, donde dirigió cinco años (de Tercera en el Barcelona B a Primera con el célebre ballet de las maravillas), en cuyo lapso la formación culé pobló sus vitrinas con ocho títulos nacionales y seis internacionales.
Además – pavada de logro- lideró la proeza de convertir al Barcelona en el único equipo que obtuvo seis títulos oficiales en la misma temporada.
Una innegociable prédica de la tenencia de la pelota – el llamado "juego posicional" que incluye la participación activa del juego con los pies del arquero-, suma paciencia en búsqueda del agotamiento de un rival compelido a defender y caminar por la cornisa del despiste, más la regla de oro de emplear la energía indispensable en la recuperación tras pérdida.
En ese sentido, hay un aspecto poco o nada ponderado por los propietarios del buen gusto que subsumen a Guardiola en un vulgar romántico apoltronado en la romántica parcela del tiki-tiki.
Hacia diciembre 2009, cuando Estudiantes de La Plata aspiraba vérselas con Barcelona en el Mundial de Clubes por jugarse en Abu Dhabi, el gran Alejandro Sabella observó: "No entiendo por qué nadie habla de cómo defiende el Barsa, de lo bien que defiende. De lo difícil que es eludir esos rombos que se activan cada vez que pierde la pelota".
Cuánta razón tenía Sabella: defender en tiempo y forma es una de las reglas de oro del coach catalán y, de hecho, en la Premier League que acaba de ganar, su Manchester City ha recibido nada más 32 goles en 38 partidos.
Por cierto: el City ya tiene en agenda la la final de la FA CUP (versus Manchester United el sábado 3 de junio en Wembley) y la de la UEFA Champions League (sábado 10, versus Inter de Milán, en Estambul) y, si se quedara con la "Orejona", en diciembre irá por el Mundial de Clubes en Arabia Saudita.
Esto es, después del baile propinado al Real Madrid, nada menos que al Real Madrid, Pep está tocando la puerta de una temporada imperial y de la conquista de la Champions que se le niega desde 2011 y que, por añadidura, esa demora le ha costado cuestionamientos variopintos.
¿Le fue mal en el Bayern Münich? Según como se mire. A su mando, el coloso de Baviera ganó tres veces la Bundesliga, dos la Copa de Alemania, una la Supercopa de Europa y una el Mundial de Clubes.
¿La fue en Manchester City? No pareciera: cinco Premier League, cuatro Copa de la Liga, dos Community Shield y una FA Cup.
Acaso si el City ganara la Champions, Pep taparía las bocas que íntimamente desea tapar y llenaría de verde un casillero de lo más trascendentes: el más anhelado y exigido en el llamado "Viejo Mundo".
Entretanto, ya es uno de los cuatro técnicos más ganadores de la historia del fútbol, detrás del patriarca Alex Ferguson y del rumano Mircea Lucescu y por delante del ucraniano Valeri Lobanovsky.
Pep recién anda por los 52 años y futbolero hasta los tuétanos como es, no serán indispensables alardes de perspicacia para deducir que seguirá en la huella con un rango que ya nada ni nadie le quitarán: peso pesado, patrón de la vereda, espejo donde se miran experimentados, consagrados, iniciados y otras yerbas.
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