Las últimas horas de Rocío Gancedo
30-11-2017 | ESPECTACULOS | TRAGEDIA
Las últimas horas de Rocío Gancedo
Un llamado, un engaño amoroso y una gran preocupación
La ex Gran Hermano Rocío Gancedo se suicidó en el mediodía del miércoles 29, arrojándose del balcón del quinto piso del edificio donde vivía, en el barrio de Las Cañitas. Sus últimos meses no habían sido fáciles: en abril se había internado en una clínica psiquiátrica debido a un fuerte cuadro de depresión.
La noticia del trágico desenlace de Rocío se conoció minutos antes de las 13.00. De inmediato, la familia de la modelo (su hermano, Rodolfo, y su mamá, Graciela; su cuñada, Cintia, y su padrastro, Daniel) acudió a la puerta del edificio de la calle Báez, encontrándose con el peor escenario. Horas después, al dolor le sumaron conmoción: todavía no comprenden cómo llegó a los medios un audio donde se los escucha consternados por el anuncio de la muerte de Rocío. "Es un diálogo privado, íntimo… ¿Cómo es posible que alguien difunda algo así?", se preguntan, indignados.
Según pudo saber Teleshow, minutos antes de tomar la decisión fatal, Rocío llamó a su mamá. En la conversación telefónica, la modelo no habría dado ningún indicio de malestar: se trató de una charla más, en la que incluso prometió que en unos días pasaría a visitarla por su casa de Lomas del Mirador, allí donde Rocío se crió.
También había hecho planes para ver y jugar con Candelaria, su sobrina de tres años. Se desvivía por la niña, la hija de su hermano. Incluso el fin de semana Rocío había subido a su cuenta de Instagram (la había abierto tres semana atrás) una foto con la pequeña en brazos, en la que se las veía muy sonrientes a las dos: "Mi amor, selfie, sobri, amor", escribió al pie de la imagen.
A pesar de vivir sola en Capital, Rocío mantenía un estrecho vínculo con su familia, estaba contenida. Conservaba un contacto permanente con su mamá y también con su hermano (con quien había reconstruido su vínculo en los últimos meses), al igual que con varios de sus amigos de la adolescencia en el Oeste del Gran Buenos Aires.
Y pese a lo que había declarado públicamente en los últimos meses, la ex Gran Hermano era muy pegada a su mamá. Un dato que lo corrobora: cuando ingresó a los medios prescindió de su apellido paterno, Magallán, para hacerse llamar Gancedo, en reconocimiento a Graciela.
Gente del entorno cercano de Rocío aseguró que la idea de la joven era mantener una conversación en estas semanas con su mamá para pedirle perdón. No solo quería contarle que se había equivocado en las declaraciones que había realizado en Intrusos, donde narraba un abuso que había sufrido de pequeña: también iba a reconocerle que gran parte de lo declarado no era cierto.
Al salir de su internación en abril de este año, Gancedo había realizado varios cambios internos, que quedaban a la vista: había vuelto a pintar, un hobby que tenía desde chica, y se había comprado una perrita, Zoe. Tras su muerte, ni su familia ni la policía encontraban a la mascota; más tarde se supo que días antes de arrojarse por el balcón, se la había dejado a su psiquiatra para que se la cuidara.
En el departamento donde vivía tampoco se habría encontrado una carta u otro indicio que indicara que la ex Gran Hermano se estuviera despidiendo de sus seres queridos. Tampoco hubo llamados extraños: en las últimas horas había intercambiado mensajes con amigos, pero nada fuera de lo habitual.
En estos meses había entablado una relación amorosa con un taxista de nombre Mauro. Siempre se trató de un noviazgo conflictivo, desdoblado en dos partes: se habían reconciliado hacía un tiempo. Pero en las últimas semanas Rocío decidió distanciarse de Mauro: según les explicó a sus familiares, no se sentía bien tratada por el joven, y hasta habría recibido mensajes muy agresivos y descalificadores. Y de acuerdo a lo que su amigo Cristian U contó en el programa Confrontados, Rocío habría descubierto que Mauro le había sido infiel.
En lo laboral, las cosas no estaban mucho mejor. Tenía proyectos, estaba entusiasmada con la idea de hacer un curso de peluquería y con otras propuestas que nada tenían que ver con los medios. Sin embargo, no lograba continuidad; había empezado a trabajar en una barbería, pero luego de ir dos o tres veces, abandonó. Además, se encontraba en tratamiento psicológico. Tras su última internación perdió mucho de peso, pero había logrado recuperar algunos kilos, una circunstancia que le daba ánimo.
Hasta que llegó el mediodía de este miércoles 29 de noviembre. Y el llamado a su mamá, uno más, casi de rutina. Y minutos después, el balcón de su departamento. Y una fatídica decisión que -más allá de cualquier análisis de los expertos y los peritos- resultará por siempre inexplicable.
IB
Fuente: SM