Durante dos días, el Predio Ferial Parque Independencia (ex Rural) se convirtió en un epicentro folclórico que convocó a más de 35 personas con música, baile y alegría, una grilla de artistas de primer nivel y gran variedad de propuestas para toda la familia.
Desde Roxana Carabajal y Juanjo Abregú, quienes encendieron al público en la primera jornada con sus chacareras, zambas e interpretaciones que traen consigo aquel lenguaje de lo sutil, hasta el Chango Spasiuk que el sábado brindó un show memorable con su virtuosismo en el acordeón, pasando por Nélida Argentina Zenón y José Luis Aguirre y numerosos artistas locales que deleitaron con su talento, la ciudad vivió dos jornadas únicas.
El secretario de Cultura y Educación, Federico Valentini, destacó el compromiso de la gente y el trabajo que lleva adelante la Municipalidad de Rosario que se traduce en el crecimiento de esta celebración y en la programación artística ampliada, al igual que las actividades y espacios dentro del predio. “El festival honra la importancia histórica de la ciudad como cuna de la bandera. Sin duda, Patria Mía es un festival que promete consolidarse como una celebración nacional de renombre”, destacó.
Nace una flor, todos los días sale el sol
La jornada del viernes amaneció lluviosa; la humedad rosarina marcaba su presencia contundente. Las precipitaciones, además de traer algo de alivio a los días de calor, prepararon el terreno para lo que vendría después.
Una flor de Nicotiana glauca, más conocida como palán-palán, crece solitaria en el barro, específicamente en el sector del Patio Chamamecero, rodeada de mesas, food trucks y cientos de espuelas que le pasan cerca y amenazan su integridad. Este yuyo suele crecer en climas áridos o semiáridos, donde la sequía y el sol reinan y el Litoral es una promesa lejana. Los pétalos parecen cantar en su apertura natural y susurrar aquellas voces que ya no están pero se escuchan.
Como quien abre una tranquera y deja la huella de la bienvenida, los caminos están surcados en cada sector y se mezclan con la tierra todavía mojada. El cielo se despeja y permite que el festival se desarrolle con normalidad.
El terreno está preparado al igual que aquel 27 de febrero de 1812 cuando Manuel Belgrano izó la bandera argentina por primera vez. El río Paraná está un poco lejos y no hay baterías, pero en este evento, las raíces sostienen su anclaje con este suelo que las vio nacer y se elevan en una copla, para llegar al cielo.
Un espacio para celebrar la identidad
Libertad e Independencia ya no son baterías. Desde el Triunvirato hasta la actualidad, esas palabras fueron mutando y adquiriendo nuevos matices de sentidos. El viento comienza a soplar suavemente y permite que los pañuelos se eleven, al igual que en su momento flameó la bandera para decir como pueblo “acá estamos y esto somos”.
"¿Trajeron pañuelo? ¡Zambita entonces!”, exclama Ricardo Palavecino.
Los sonidos de los tres escenarios hacen eco en el camino principal del predio. “Soy nacido en cualquier villa, me llaman Juan de la calle”, se escucha esta chacarera interpretada por el Grupo Alfa que se mezcla con las conversaciones del público y el sonido de las reposeras que se abren para instalarse firmes en alguno de los lugares predilectos.
“Se respira folclore”, dice Mara, que fue a bailar con su familia, aplaude y hace de público improvisado pero no por eso menos riguroso. La ex Rural se convierte en una gran pista donde expertos y aprendices se salen de los límites marcados y se animan a ensayar pasos meticulosamente pensados y otros que crecen espontáneos como las flores tras la lluvia.
Juango Abregú despliega su violín en el escenario mayor y grita: “¡Vamos Rosario!”, y en ese mismo instante dos señoras se encuentran de casualidad y se abrazan ante la sorpresa.
Para todos los públicos
Además de los shows musicales, el Festival De la Patria Mía ofreció una gran variedad de actividades para disfrutar en familia. Los más pequeños se divirtieron en el espacio infantil con juegos tradicionales, talleres de cocina y música, mientras que los adultos pudieron deleitarse con la feria de artesanías y puestos gastronómicos con comidas típicas de diferentes regiones del país.
Mariana tiene un negocio donde vende joyería hecha con piedras, se dedica hace más de 15 años a este oficio; al lado, un emprendedor pone de custodio al Gauchito Gil con ofrendas varias para que sobren los dones y se multipliquen las ventas de mates y cuchillos hechos con una guarda autóctona de la mejor platería. Talabartería, ponchos hechos de lana, productos para hacer un buen asado, no falta nada en la feria. Alrededor corren niñas y niños que disfrutan de las múltiples opciones para infancias: kermesse, cocina y juegos para escuchar en silencio, en medio de tantos sonidos.
De fondo, la voz de Roxana Carabajal se expande como un halo de luna y envuelve el predio en una atmósfera de goce y misterios. Mientras los otros escenarios se apagan, el público se enciende para cerrar la jornada del viernes 23.
El viento que todo conecta
El lugar se vuelve impreciso. Al cerrar y abrir los ojos el mapa puede indicar: Santiago del Estero, Misiones, Salta, Entre Ríos, el sur del país. Los trajes típicos de Corrientes con sus diversas particularidades, las voces con cantito, el aroma de las empanadas. Toda la cultura está al servicio de la presencia física y metafórica. Viajar se hace preciso cuando suena cualquier estrofa. “Como un pájaro en el cielo me siento hoy. Mientras me siento a descansar, como el viento me entrego yo y la brisa acaricia”, canta el dúo Arias Cáceres.
La tierra fértil y arcillosa de esta zona se mezcla en cada paso con alguna partícula del suelo colorado, la arena o las rocas. Un crisol. Cultura identitaria de la Argentina que enriquece su diversidad migrante y nativa.
El agua vuelve a hacerse presente. Abre y cierra este festival pero, antes, manda a su mejor mensajero: el viento.
Las notas juegan una danza alada que se esparce por todo el parque de la Independencia y por la ciudad, al igual que los enunciados de Belgrano que todavía se pueden escuchar mezclados en la naturaleza o en las notas del acordeón del Chango Spasiuk, en la voz firme y sabia de Nélida Argentina Zenón y las melodías suaves que entona José Luis Aguirre para decir un hasta luego.
Llegó para quedarse
El Festival De la Patria Mía se consolidó, en su segundo año, como un evento de gran relevancia para la ciudad de Rosario. Con una gran convocatoria de público, más de 35 mil personas, y una programación de excelencia, el festival se posiciona como un referente del folclore nacional y como un espacio de preponderancia que honra la cultura y las raíces.
En el marco del Día de la Bandera, próximo a recordarse el 27 de febrero, esta iniciativa invita a reflexionar sobre la importancia de la identidad nacional y para celebrar las expresiones populares que marcan el pulso de los pueblos.
La elección del público de este tipo de festivales definen la agenda de la ciudad y abren el canal de diálogo y escucha con el Estado.
De la Patria Mía ya es una cita obligada para los amantes del folclore y un espacio de encuentro para toda la familia. La ciudad de Rosario se consolida, de esta manera, como un polo cultural de gran relevancia en el ámbito nacional.
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