Procesaron a directivos de un laboratorio por sobornar a médicos del PAMI
En el mundo de la medicina la "Ana-Ana" es una denominación que se nombra en voz baja. Es una palabra profana. "Ana-Ana" no remite al nombre de una mujer, o dos, en este caso. Para recuperar el origen de ese vocabulario hay que retroceder en el tiempo y remitirnos al término farmacológico latino "aa", que anotaba el boticario cuando un galeno le encargaba una determinada solución integrada por dos compuestos y que debían mezclarse en la misma proporción, mitad y mitad. Mucho más acá en el tiempo, y lunfardo por medio, las dos letras degeneraron en "Ana-Ana". Es decir "una parte para vos y otra para mí". O "50 y 50", o "Mita y mita".
"Ana-Ana", por ejemplo, se llama a los "incentivos", por utilizar una palabra elegante, que reciben algunos médicos por parte de ciertos visitadores médicos, o agentes de propaganda médica (APM), tal su nombre oficial, que trabajan bajo las órdenes de reputados laboratorios medicinales, a cambio de que los profesionales de la salud receten a sus pacientes los fármacos que producen tal o cual laboratorio.
En estos casos a los APM se los denomina "valijeros", y a los facultativos que recetan a cambio de una dádiva, "lapiceras".
La "Ana-Ana" puede materializarse de distintas formas, dinero en efectivo, cheques, o vouchers de cortesía que engloban desde casas de electrodomésticos a viajes all inclusive a playas paradisíacas bajo el paraguas de "congresos internacionales".
En la desesperada y sincera carta que dejó escrita antes de suicidarse, el 29 de julio de 2000 con un certero disparo al corazón, el genial cardiólogo René Favaloro llamó "retorno" a esa perversa metodología que usaban en el PAMI, entre otras cosas, para abonar las viejas deudas –o no tanto- que la obra social de los jubilados mantenía con los prestadores, como la prestigiosa Fundación Favaloro.
Diecisiete años después de la carta de Favaloro, la "Ana-Ana" entre algunos laboratorios, el PAMI, y los médicos que trabajan en esa obra social sigue más presente que nunca.
La justicia descubrió que cinco ejecutivos de un laboratorio de especialidades médicas pagaban coimas, dádivas, incentivo" o "Ana-Ana", a tres "lapiceras" que trabajaban en un hospital que depende de la obra social de los jubilados, a cambio de que estos receten a sus pacientes cautivos fármacos elaborados por esa empresa.
Días antes de las celebraciones de Nochebuena y Fin de Año, el juez federal Sergio Ramos dispuso el procesamiento –sin prisión preventiva- de Daniel Binder, Carlos Alberto Arredondo, Luis César Forte, Guillermo Enrique Yañez y Clara Catalina Gaivironsky, todos ellos integrantes del directorio del Laboratorio Finadiet SACYFI. También trabó embargos a sus bienes por el monto de 150.000 pesos a cada uno.
El delito que les imputó fue el de tráfico de influencias, figura penal que había sido solicitada por Javier Arzubi Calvo, a cargo de la UFI-PAMI, y Jorge Di Lello, titular de la Fiscalía Federal N°1.
Los integrantes del directorio del laboratorio ubicado en la avenida Hipólito Yrigoyen al 3.700, en Capital Federal, habían librados cheques por casi 100.000 pesos que terminaron en las cuentas personales de los facultativos que trabajaban en el sector Urología del hospital Cesar Milstein –ex Hospital Francés- que depende del PAMI.
Los médicos, también procesados, son Jorge Escalera Sarabia, jefe de residentes de Urología de esa institución y sus colegas Julio Verdinelli y Esteban Damián Trucco.
La profunda investigación de los fiscales y juez puso de relieve, una vez más, la relación espuria entre médicos y laboratorios farmacológicos y la forma en que los profesionales de la salud seleccionan los medicamentos que recetan a sus pacientes, en estos casos, jubilados.
La ley actual obliga a que los galenos suscriban los remedios por el nombre genérico de la droga, y no por el de fantasía. Sin embargo, solo el 30% de los médicos lo realizan, y un 17% incorpora los dos nombres en la prescripción.
El puntapié de la investigación fue la denuncia que ante la UFI-PAMI realizó un joven residente del plantel del Servicio de Urología del ex Hospital Francés.
El especialista observó con muy malos ojos que Escalera Sarabia, su jefe directo, le había enviado al plantel de residentes un mensaje de Whatsapp a través del cual "los instruía para que solo recetasen medicamentos del Laboratorio Finadiet" y que, en caso contrario, "tendrían problemas".
El denunciante, al que llamaremos JL, explicó que en la maniobra también estaban comprometidos los médicos Verdinelli y Trucco, quienes, junto a su jefe, y a cambio de recetar a los pacientes de PAMI los medicamentos Finadiet, "recibían cheques en sus cuentas personales".
Más tarde la justicia reconstruiría la maniobra y descubriría que durante dos años, los directivos de Finadiet firmaron 38 cheques, por un valor total de 94.802 pesos que fueron depositados en las cuentas personales de "Los lapiceras".
"Es un caso emblemático de corrupción en el cual se pudo probar la entrega de dinero a través de cheques que se emitían de la cuenta del laboratorio a las cuentas personales de los médicos", escribió en el pedido de procesamiento el fiscal de la UFI-PAMI.
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Los tres médicos del Hospital Milstein fueron procesados por el presunto delito de "cohecho", es decir por recibir coimas.
Para el fiscal Arzubi Calvo, el pago de la "Ana-Ana" a cambio de recetar medicamentos de un determinado laboratorio "es un caso emblemático de corrupción que hay que combatir". El titular de la UFI-PAMI también celebró que el juez Ramos "haya procesado a la totalidad del directorio de la firma y a los médicos de PAMI" y destacó que la investigación "englobó a toda la cadena delictiva, es decir, a quienes cumplían funciones públicas como así también a los privados".
Quizás la importancia mayor de este tipo de pesquisas es que se expuso el lado oscuro de las recetas médicas y se atacó la relación corrupta que existe entre algunos médicos y laboratorios que lucran con la salud de uno de los sectores más vulnerables de la sociedad, los adultos mayores; el otro son los niños.
Hace diecisiete años, el cardiocirujano más importante de nuestro país escribía en su memorable carta, que redactó después de cansarse de golpear los despachos oficiales para que el PAMI le abone a la Fundación Favaloro lo adeudado: "El proyecto de la Fundación tambalea y empieza a resquebrajarse. Hemos tenido varias reuniones, mis colaboradores más cercanos, algunos de ellos compañeros de lucha desde nuestro recordado Colegio Nacional de La Plata, me aconsejan que para salvar a la Fundación debemos incorporarnos al 'sistema'. Sí al retorno, sí al Ana-Ana".
Eran tiempos donde gobernaba Fernando de la Rúa. Fue un Presidente que no lo escuchó. Favaloro prefirió no transar con el sistema corrupto. La bala con la que decidió atravesar su corazón aún duele en la memoria. Como también entristece corroborar, otra vez, que Favaloro tenía razón.